Siguiendo con las entrevistas a quienes participaron de ediciones anteriores del Festival dentro del equipo, conversamos con Marcos Milán.
1.¿Qué película que haya pasado por el festival en estas nueve ediciones dirías que hay que volver a ver?
Recomiendo Monger (Jeff Zorrilla, 2016). Recuerdo que invitamos a su productora, Natalia Cortesi, y se armó un debate lindo en el público. Creo que es una película que realmente explora en territorios filosos. La obra es al menos polémica, y es una de las pocas películas con las que me pasó de discutir en el equipo si era pertinente que estuviera o no. Pone en pantalla a un personaje patético que se dedica a hacer tours sexuales, lo que es repulsivo y atrayente al mismo tiempo, y ello genera el debate de si hay que visibilizar o no ciertas prácticas.
Recuerdo que se generó un dilema sobre si una película debe educar en Derechos Humanos o no, porque este caso no “educa” en el sentido anticuado y vertical del término, sino que deja pensando. Recuerdo que en el debate se conversó que el problema era que en un público no formado en esta materia se podría malinterpretar, y entonces la película legitimaría algunas prácticas totalmente reprobables para los que pensamos desde una perspectiva de Derechos Humanos. De hecho, en el debate con el público hubo reprobaciones y aprobaciones. Por suerte habíamos invitado a la productora, que supo explicar bien el punto de vista y la mirada del director.
2.¿Qué actividades paralelas del festival no pueden faltar?
Son importantes y necesarias las actividades de formación de público, puntualmente aquellas para niñas, niños y adolescentes. Creo que también suman mucho las acciones en los barrios, como los talleres de visionado de cortometrajes.
Otra cosa importante es la formación de nuevos cineastas. Con esto me refiero a desarrollar la sensibilidad en Derechos Humanos. Creo que estaría bueno articular esto con escuelas de cine o el área audiovisual de UTU, algo que no sé si al día de hoy se está haciendo.
3.¿Qué aportes te parece que realiza el festival en este momento de crisis global?
El festival aporta reflexión sobre el tema de los Derechos Humanos. Visibiliza, expone y alfabetiza con un lenguaje como el cine, que a esta altura está más que normalizado. Creo que es algo que, con mayor o menor impacto, desde un inicio siempre se logró. Pese a esto, pienso que hay que trabajar más en formar al público con menor sensibilidad en Derechos Humanos.
4. ¿Tenés alguna anécdota del festival que te gustaría compartir?
Podría mencionar encuentros con cineastas de afuera. El que más me impactó fue el encuentro con César González, director de Atenas (2019), en el año 2016. Volvería a ver su película o lo que haya hecho en este tiempo que pasó, y me intriga saber cómo sigue su vida como realizador.