Un espacio para “hacer visibles las relaciones de poder”. Entrevista con Sebastián Piñeyro, exprogramador del TQV

Dentro de las entrevistas hechas a quienes estuvieron en el equipo de TQV en ediciones anteriores, charlamos con Sebastián Piñeyro, quien fue programador de varias ediciones del Festival y este año nos acompaña como Jurado de la Competencia Internacional de Cortometrajes.

1.¿Qué película recomendarías de estos diez años del Festival? 

Me resulta bastante difícil elegir solamente una película, pues si bien apreciamos muchísimo el valor que tienen las obras en sí mismas, desde el festival siempre nos ha interesado explorar la significación y el aporte de las películas al ponerlas en relación unas con otras, en un determinado contexto y desde el enfoque de discusión que se busca incentivar. 

Hemos tenido la oportunidad de compartir con el público del festival películas extraordinarias que reflejan la complejidad de diversas problemáticas que nos siguen interpelando. Muchas de ellas son películas que cada cierto tiempo vuelvo a recordar, o que me encuentro recomendando para reflexionar acerca de determinadas cuestiones. Entre ellas, se me vienen a la mente Los cuerpos dóciles (Gachassin y Scarvaci, 2015), La visita (Colás, 2019), For Ahkeem (Levine y Van Soest, 2017), Bloqueio (Álvares y Delaroche, 2018), Brexitania (Kelly, 2017) y Boiling Point (Hirvonen, 2017), por mencionar solo algunas.

2.¿Cuán necesarias pensás que son las actividades paralelas del Festival para las y los participantes?

Cada actividad que se organiza busca poner en valor la necesidad de participación de las personas y colectivos que se arriman. Eso es algo que busca activamente este festival, y en ese sentido todas son necesarias. Un ejemplo de eso es el concurso de cortos 1 minuto 1 derecho, principalmente en las categorías de niños, niñas y adolescentes. 

A través de una premisa que puede parecer sencilla se logra conectar con la necesidad de participación de las gurisas y gurises, de sus docentes e incluso de sus familias y comunidades. El ejercicio de abordar la realidad cotidiana y poder contársela a otros a través del cine implica un proceso individual y grupal muy significativo.

Sabemos que año a año un montón de docentes están pendientes de esta convocatoria, y nos han transmitido que participar de ella es una instancia de aprendizaje muy enriquecedora para sus estudiantes. Poder embarcarse como grupo en un proyecto que implica contar sus necesidades o las problemáticas que les preocupan para compartirla con una comunidad más amplia, desde su propia mirada, es algo valiosísimo. De la misma forma, entiendo que encontrarnos con otras realidades contadas por “niños y niñas o adolescentes como yo” es en sí mismo algo que fortalece a las personas y a sus comunidades. 

3.Vivimos en una coyuntura particularmente convulsa. ¿Qué rol te parece que puede cumplir un festival de cine y derechos humanos en el escenario actual?

Entiendo que un festival de cine y derechos humanos es relevante siempre y cuando explore dos de los principios fundamentales de la democracia: la participación y el debate. En un contexto desafiante para las democracias, donde estos principios no ocupan un lugar de relevancia, considero que hay tres aportes que un festival así puede realizar.

En primer lugar, se debería generar una instancia de encuentro de realidades donde se pongan en común preocupaciones, necesidades, experiencias y sensibilidades. Saber guiar y acompañar ese encuentro es muy importante.

En segundo lugar, en ese encuentro, sería clave fomentar la participación con el objetivo de fortalecer a esas personas o comunidades con las que un festival trabaja. Me refiero a brindar espacios para que las personas y colectivos que viven o trabajan con determinadas problemáticas puedan liderar las discusiones, compartir sus experiencias, saberes y recursos. También habría que brindar a referentes la posibilidad de decidir qué películas compartir para abordar determinadas temáticas con un público específico. 

Por último, fomentar el debate de ideas con el objetivo de fortalecer una mirada crítica sobre nuestra realidad tiene que mantenerse como una prioridad. En este sentido, la importancia del festival recae en generar instancias de debate e intercambio de visiones y opiniones de forma respetuosa para hacer visible las relaciones de poder que sostienen las injusticias.

Percibo que las personas y colectivos tienen la necesidad de participar, poner en común, interpelarse y problematizarse. Un festival de cine y derechos humanos que comprenda eso y decida acompañar esos procesos puede llegar a ser una instancia muy oportuna para profundizar la democracia.

4.¿Recordás alguna anécdota del Festival que te gustaría compartir?

Un recuerdo al que le tengo cariño es la emoción que tenía un grupo de niños y niñas que habían participado del concurso 1 minuto 1 derecho. Recibieron un reconocimiento por parte de un jurado y subieron al escenario con mucho entusiasmo a contar cómo habían hecho su corto junto a su maestra y sus familias. La emoción de esas gurisas y gurises me hizo emocionarme a mí también y me ayudó a poner en valor todo el trabajo que hace el equipo de Tenemos Que Ver.