“Crear para denunciar y crear para imaginar nuevos mundos posibles”. Entrevista a Lucía Santos

Con miras hacia la décima edición de Tenemos Que Ver, entrevistamos a Lucía Santos, quien ha formado parte del colectivo organizador del #TQV en varios roles y nos cuenta sobre las películas que más recuerda de estos añosy su experiencia.

1. ¿Cuáles son las películas que más recuerdas de estos 10 años del Festival?

En tantos años fueron muchas las películas que pasaron por salas, por espacios alternativos y en TV Ciudad. En general me pasa que las rememoro y/o resignifico cuando algún hecho del presente vuelve a evocar sus temáticas o el contexto en el que las vi. Para citar alguna, no puedo evitar pensar en las primeras. En la primera edición de Tenemos Que Ver participé como espectadora. La primera película que vi fue Eva & Lola, de Sabrina Farji, una ficción argentina basada en hechos reales que contaba la historia de una mujer que había sido una de los tantos bebes secuestrados durante la última dictadura y recuperaba su identidad. Después de la proyección, en el escenario de la Zavala Muniz se montó una mesa para conversar sobre la película. Estaba presente una de las guionistas, la dueña de la historia, e intercambió sobre su proceso en compañía de algunos hijos de desaparecidos uruguayos. Como espectadora me impactó la potencia de la herramienta audiovisual para pensar en torno a los derechos humanos. La cercanía que brinda la cámara aporta y despierta una empatía profunda que genera pertenencia con la historia. Recuerdo el silencio inicial en la sala y como poco a poco se fue dando espacio a las primeras impresiones de lo que acabábamos de ver, los intercambios, la angustia y también alguna risa liberadora. 

Otra película que recuerdo con mucho cariño, y aún me conmueve y me arroja reflexiones, es Años de calle, de Alejandra Grinschpun. En aquel momento, como país nos acercábamos a un plebiscito para bajar la edad de imputabilidad y como respuesta la temática de ese año giraba alrededor de los derechos de las niñas, niños y adolescentes (NNA). La película, hecha por educadores, registraba a un grupo de niños y niñas que vivían en una villa en Argentina. Años después, los buscaban para conocer cómo habían seguido sus vidas. Los veíamos de adolescentes y luego de adultos. La cámara nos acercaba a la dulzura de esos niños jugando entre vías de tren y con crueldad nos develaba el destino injusto, desolador que les deparaba un sistema que los expulsaba. Fueron pocos los desenlaces felices. Luego de la proyección se abrió un debate en el que estaban presentes su productor y uno de los protagonistas, el del “final feliz”, que se había convertido en educador. Múltiples sentidos se trazaron en esa mesa ubicada en la sala Delmira Agustini minutos después de la proyección: el público estaba ávido por conocerlo todo. Era mi primer año como colaboradora, tuve la suerte de entrevistarlos y de cubrir esa instancia, y recuerdo que volví a reafirmar la importancia de Tenemos Que Ver, así como de usar el cine como una herramienta para la reflexión.

2. ¿Qué actividad paralela del Festival creés que hace la diferencia?

Todas las actividades paralelas tienen un espíritu formativo y reflexivo que permiten que el Festival tenga vida propia. De todas ellas rescato el concurso “1 minuto 1 derecho”, del que nos llega solo una pequeña parte, porque lo jugoso está en el proceso, y la muestra de NNA, que es una instancia muy interesante para la formación de públicos y en donde se generan espacios para la reflexión sobre cine y derechos humanos muy importantes. 

3. En el contexto actual, ¿qué piensas de la existencia de un festival de cine y derechos humanos?

Creo que los derechos humanos son construcciones que hay que cuidar. De algún modo u otro siempre están en crisis porque a más derechos conquistados más derechos aparecen como necesarios. Los seres humanos vivimos en un mundo muy injusto y desigual y pensar en derechos comunes genera una tensión constante. El lenguaje audiovisual es una herramienta expresiva muy potente, es la herramienta de este tiempo. Funciona como un espejo que nos permite identificarnos, pensarnos, crear para denunciar y crear para imaginar nuevos mundos posibles. Estamos atravesando una nueva crisis mundial, la pandemia puso en jaque los vínculos y los sentidos. Habilitar instancias para vernos y pensarnos colectivamente es una forma de retomar el camino, de recuperar la memoria y de ser dueñas y dueños de nuestro destino.